Capítulo
IV: Ethan
El sol bañaba con sus tenues rayos las calles cuando un ruido
alertó a Catherine de que alguien estaba en la puerta de su habitación. Contuvo
la respiración y, fingiendo que aun estaba sumergida en un profundo sueño,
esperó a que aquel insólito visitante entrara. La decepción pronto hizo mella
en Catherine, dado que no era otro que su propio padre quien había entrado en su
habitación.
-Sigue dormida.- susurró esta, tirando
del brazo de su marido para que se marcharan.-Patrick…vámonos.
-¿No crees que debería enterarse cuanto
antes?-Patrick volvió a mirar a su hija, pero, esta vez, lo hizo
nostálgicamente. Su madre negó con la cabeza y cruzó el umbral de la puerta.- Está
bien, esperaremos.
Oyó como la puerta se cerraba y, por el
rabillo el ojo, vio como el pomo de la puerta dejaba de girar y unos pasos,
acompañados por unos cuantos murmullos, se alejaban por el pasillo. Se
incorporó lentamente y se sentó sobre la cama. Quizás lo había hecho demasiado
deprisa porque sintió que se mareaba ligeramente.
Se levantó de la cama notando como
dejaba de marearse y corrió las cortinas. La lluvia, acompañada por el viento,
golpeaba los cristales. Catherine sonrió débilmente. Por mucho que quisiera
cumplir cuanto antes el pacto acordado, hoy, no podía hacer nada más que
esperar a que la lluvia amainara mientras leía un buen libro. ¿Seguiría con el
de Sherlock Holmes? Desechó
rápidamente esa idea de su cabeza. No quería leerlo otra vez, no después de lo
Ethan. Cada página le recordaba a él y no en un aspecto bueno sino todo lo
contrario, le recordaba a que en cualquier momento podía reencontrarse con él y
eso la aterraba profundamente.
Cuando se deslizó por el pasillo para
dirigirse hacia la cocina en su casa ya no había nadie. Suponía que su padre de
habría ido a la tienda y su madre le habría acompañado o, en el peor de los
casos, estaría hablando con la madre de Susan en la casa de al lado. Sonrió
acordándose de la conversación que habían mantenido sus padres durante el
tiempo en el que habían estado en su habitación. Nunca había pensado que
llegaría a pensar que sus padres eran más inocentes que ella misma. Pero ahora
se reía ante la idea de que ellos creyeran que la protegían cuando, más bien,
era todo lo contrario. Ella se estaba encargando de que todo siguiera bien.
-¡Catherine, por lo que más quieras,
abre la puerta!-chilló una voz desde la calle.
Catherine abrió lentamente los ojos
volviendo poco a poco a la realidad donde una voz, que identificó como la de
Nathaniel, le gritaba que abriera la puerta. Se levantó de la mesa y apartó a
un lado el libro que seguía exactamente por la misma página que cuando lo había
empezado a leer.
-¿Qué te ha pasado?-le preguntó la joven
al verlo empapado por la lluvia.
-No lo sé…-contestó Nathaniel con ironía.-
¿A ti que te parece?-miró a Catherine fijamente-A mí, me parece que si no
hubiera estado esperando bajo la lluvia a cierta señorita no estaría así.
-Lo siento mucho-se disculpó Catherine
intentando permanecer lo más seria posible. Pero le resultaba algo demasiado difícil,
Nathaniel tenía el aspecto de un animal empapado y asustado. O, por lo menos, era
así como lo veía Catherine.- Suponía que con este tiempo no…
Nathaniel se pasó una mano por el pelo y
suspiró. No necesitaba las disculpas de Catherine, la verdad es que,
probablemente, se hubiera empapado de todas formas repartiendo los periódicos
del día. Sonrió pensado en aquello que si necesitaba. Necesitaba una taza de té
con la que poder entrar en calor desesperadamente.
Diez minutos más tarde, Catherine y
Nathaniel, permanecían sentados frente a una taza de té, que, a pesar de llevar
cinco minutos esperando a que se enfriara, seguía humeando. Hace unos cuantos
meses, Catherine habría tachado aquella situación de algo imposible. Todo,
meses atrás, le hubiera parecido demasiado surrealista. Nunca hubiera pensado
que tendría algo más allá de la amistad
con Ethan Miller, mucho menos que compartiría una taza de té con Nathaniel como
si de su amigo se tratase y, menos aun si cabe, hubiera creído que trabajaría
para una señora a la que apenas conocía.
-Tienes a Miller echando humo...
-comentó Nathaniel justo después de acercar sus labios a la taza y tomar un
sorbo.-O al menos eso es lo que se comenta en el pueblo.
Catherine se giró para mirarle y
asimilar lo que le acababa de decir. Tiempo atrás no hubiera perdido la ocasión
de enterarse de algún cotilleo pero, en la situación en la que se encontraba en
aquel momento, lo que dijera o dejara de decir Ethan no la preocupaba en
absoluto.
-No veo porqué.- Catherine intentó
sonreír.-Nosotros somos amigos y, que yo sepa, no le he hecho nada malo.
-No se trata de lo que has hecho, sino
de lo que no has hecho. -Nathaniel se rio por lo bajo.-Eres la primera y la
última chica que le hace caso a Miller.
-¿Y qué me dices de Susan, de Mery, de
Ashley…?
-Esas solo son sus amigas. Él se
abastece de eso, de amigas.
El comentario hizo que Catherine
empezara a reírse, incluso cuando no estaba muy segura de que aquello fuera
cierto. Ambos se enfrascaron en una conversación sobre aquellos temas que tenía
en común y que, para sorpresa de Catherine, eran más de lo que ella hubiera
imaginado nunca.”Definitivamente, este chico y yo llegaremos a ser grandes
amigos”, pensó con una sonrisa.
De repente, interrumpiendo la
conversación y alertando a Catherine, ambos oyeron un ruido proveniente de la
ventana. Rápidamente dirigieron la vista hacia la ventana en la que se podía
observar como la lluvia todavía no había amainado.
-Habrá sido una rama de algún árbol.-
reflexionó Nathaniel-No hay de qué preocuparse.
Pero, en su foro interior, Catherine se
preguntaba si de verdad había sido una rama, si la imaginación de ambos les
había jugado una mala pasada o si quizás, alguien a quien no habían visto había
estado allí. Cerró los ojos y negó con la cabeza. No, aquello no podía ser
posible, tenía que dejar de inventarse cosas.
-Creo que debería irme, se está haciendo
tarde.-dijo Nathaniel poniéndose en pie súbitamente.
Catherine no opuso resistencia a que se
fuera, aunque disfrutara hablando con él tenía
cosas más importantes en las que pensar. Se despidió de él y acordaron
que, si la lluvia no se lo impedía, mañana tendría que volver a llevarla al
bosque. Catherine se preguntaba porque seguía llevándola allí, sabiendo lo
extraño que le resultaría a Nathaniel que alguien quisiera pasar las horas de
día en mitad de la nada. Mientras, Nathaniel le seguía el juego esperando
descubrir que era lo que hacía, ya que estaba seguro de que no era leer.
En cuanto oyó la puerta crujir Catherine
reparó en un pequeño sobre de color blanco que estaba en el suelo al lado de la
puerta y en el que no había reparado hasta entonces. ¿Cuánto tiempo llevaría
allí? Se apresuró a cogerlo y contempló, asombrada, que la carta era nada más y
nada menos que para ella. Tragó saliva y la abrió desdoblando la hoja que
contenía en su interior.
La carta en si resulto algo complicado
de entender para Catherine. Debido a la lluvia, el papel estaba reblandecido y
gran parte de la tinta con la que se había escrito la carta estaba corrida .Aun
así, Catherine pudo descifrar de quien era la carta y entender lo que ponía .En
la carta, se le mostraba la decepción que sentía su jefa al ver que no había
avanzado nada en su plan, se le recordaba con exactitud el tiempo que le
quedaba y se le pedía que acudiera a una reunión hoy a las doce.
Catherine estaba harta de aquello. A
veces, por las noches en las no podía pegar ojo, se arrepentía de haber
aceptado aquel trato con esa mujer. Durante los momentos del día en el que
ayudaba a su padre con la tienda, en cambio, sentía que era lo mejor que podía
haber hecho. Todo aquel torrente de sentimientos contradictorios le estaba
haciendo perder la cabeza poco a poco. Pero, como se había recordado muchas
veces a sí misma, ya no había marcha atrás.
Cogió su paraguas y se enfundó en su
chaqueta mientras doblaba la carta y la metía en uno de los bolsillos de su
vestido.
Recorrió las calles acompañada
únicamente del sonido de las gotas de la lluvia al caer contra la acera. En
cierto modo, se alegraba de hacer eso sola. No hubiera soportado tener la
compañía de Ethan o de Susan en aquellos momentos.
Susan y ella habían sido amigas durante
muchos años y, por lo que a Susan respectaba, aun lo seguían siendo. Pero las
cosas habían cambiado desde que Catherine se había visto obligada a acceder al
trato que le proponía su actual jefa. Apenas veía a Susan, únicamente cuando se
reunían los padres de ambos para cenar. Durante estas últimas semanas en las
que se había dedicado a pensar, se había limitado a estar con Ethan. No
recordaba haber hablado con Susan desde su cumpleaños, pero tampoco le hacía
falta. Para Catherine, era mejor estar sola que mal acompañada.
Casi sin darse cuenta había llegado a su
destino. A pesar de haber estado allí más de una vez, la sola idea de tener que
llamar a la puerta y decirle a una de las criadas quien era, la hacía temblar.
Suspiró y golpeo suavemente la puerta con los nudillos.
La puerta se abrió y tras ella se dejó
ver a una joven de aspecto deplorable que no podría tener muchos años más que
Catherine. Probablemente, tendría unos diecinueve años. La joven tenía el pelo
rubio recogido en un moño y unos ojos azules enmarcados por unas grandes
ojeras.
-¿Qué quiere?-le espetó la joven.
-Vera, me llamo Catherine Maidlow
y…-empezó la joven titubeando.
-Perdone las molestias, señorita
Maidlow.-la interrumpió una señora mientras reprimía a la joven con la mirada.
Catherine se figuró que aquella mujer era la misma que la había conducido al
salón la última vez que había estado allí.- Pase, la están esperando en el
salón.
La condujeron, tal y como habían hecho
la vez anterior, hacia el salón por el pasillo. Pero, esta vez, Catherine se fijó
en las fotos que estaban colgadas en la pared. A la izquierda, había una foto
en blanco y negro que le llamó la atención. En ella aparecía un chico rubio,
sonriente, con una mujer rubia a su lado. Catherine se paró en seco mientras la
observaba detenidamente.
Cuando desvió la mirada de la foto y
buscó a la ama de llaves-que supuso que sería la señora que le había abierto la
puerta-con la mirada y se encontró con un joven que salía del salón con el semblante
sonriente. Al igual que la chica rubia, a Catherine le pareció que aquel chico
no podía tener muchos años más que ella. ¿Dieciocho? Quizás.
-Que pase, que pase.-dijo indicándole a
la criada que la dejara pasar.
El salón tenía el mismo aspecto que la
última vez que había estado allí. Catherine incluso habría jurado que corría el
mismo aire por aquella habitación. Los muebles no se habían movido ni siquiera
unos milímetros y los cojines seguían perfectamente alineados. ¿Cómo podría
vivir algún ser humano ahí?
-Veo que ha recibido mi carta,
Catherine.-la mujer sonrió-Iré al grano, creo recordar que apenas quedan dos
escasos meses para que acabe el plazo para cumplir tu trato.
-Lo sé, pero el tiempo está dificultando
mucho…-se intentó disculpar Catherine.
-No hace falta que te disculpes,
querida.-la mujer cruzó las piernas y la miró sonriente. Catherine se preguntó
si alguna vez dejaba de sonreír de aquella forma tan macabra.-Solo quería que
lo tuvieras presente, nada más.
Catherine sintió que aquello era una
invitación para que se marchara. Pero, justo cuando se disponía a abandonar la
casa, el ama de llaves le sirvió una
taza humeante de té. Y antes de que pudiera darle las gracias a aquella mujer,
su jefa se enfrascó en una verborrea sobre el sujeto del que se tenía que
encargar. Cuanto más oía hablar sobre él, Catherine se preguntaba porque quería
hacerle eso.
Catherine se volvió a poner su chaqueta
y tras despedirse del ama de llaves-que ahora sabia que se llamaba Sra. Thomas-,
salió por la gran puerta y sintió como el frio aire se colaba por dentro de su
ropa, haciendo que la joven temblara ligeramente.
De repente, mientras caminaba
prácticamente enfrascada en sus pensamientos, divisó a Ethan al otro lado de la
calle. No, no podía ser él. ¿O sí? Catherine sabía que aquel era uno de los
barrios más ricos de su pueblo y que Ethan no vivía muy lejos de allí. Pero
nunca se había encontrado con él en todas las veces que había acudido a esa
casa. ¿Por qué se lo tenía que encontrar justo hoy? Catherine entrecerró los
ojos para tener una visión más clara y dedujo que, efectivamente, aquel no
podía ser otro que Ethan.
No quería tener que saludar ni tener una
conversación con él que no fuera más allá de los monosílabos y de los; ¿Qué tal
estás?, Bien,
¿Cómo te va?, Bastante bien. Catherine se rio de sí misma por aquellos
pensamientos. Ethan y ella no podrían mantener esa conversación, ya que apenas
habían pasado unos días desde la última vez que se vieron. Ambos sabían que al
otro le iba bien, como siempre.
Levantó la vista para seguir andando
hasta su casa, Ethan parecía que se
había esfumado bajo la lluvia. Ya no quedaba ni rastro de él. Catherine dio un
paso hacia atrás, algo aturdida. ¿Se estaba volviendo a imaginar cosas? Quizás
solo tuviera una prodigiosa imaginación o Ethan había estado allí realmente.
Que hubiera estado allí significaba que la había visto y que, por lo tanto, el
también estaba evitándola. Catherine sonrió al contemplar también esa opción.
El día mejoraba.
Su casa volvía a estar completamente
vacía salvo por la presencia de Joshua, el pequeño gato persa de la familia
Maidlow. En aquel momento, el pequeño animalillo de color blanco impoluto y sus
padres, era lo único que tenia Catherine. Pero sabía que era a los únicos que
necesitaba, aunque sus padres creyeran lo contrario, Catherine no necesitaba
casarse con nadie y mucho menos con Ethan.
El día seguía estando nublado, lleno de
nubes grises que amenazaban con provocar una tormenta en cualquier momento. Pero
para Catherine y Nathaniel, con el solo hecho de que no estuviera lloviendo, ya
les valía para emprender su camino de todos los días.
Catherine había aprendido a apreciar la
tranquilidad de aquel lugar. Sin duda, era un buen lugar en el que poder leer sin
ruidos o intromisiones. Aunque disfrutaba mucho leyendo en aquel lugar,
Catherine no olvidaba el hecho de por qué estaba allí. Pero… ¿Qué más daba si
leía durante un rato? Catherine se sentó en la hierba y se dispuso a seguir
leyendo hasta que notó que unos ojos la miraban. Se levantó violentamente y
miró a través de los muros que rodeaban el internado. No pudo ver nada con
claridad, salvo lo que parecía una ventana de una habitación.
-¿Qué, has leído mucho?-le pregunto
Nathaniel mientras la esperaba. ¿Lo estaba diciendo con ironía?
Catherine sonrió y movió la cabeza
afirmativamente, aunque supiera que era mentira. No había podido leer ni
siquiera una página. Ya que había estado demasiado ocupaba observando a
aquellos chicos que la observaban desde la ventana de su habitación. Pero
decidió que era mejor abstenerse de decírselo a Nathaniel.
-He leído dos capítulos.-mintió mientras
sonreía-Ha sido una mañana muy productiva.
Después de todo, no le había mentido a
Nathaniel en todo. Había sido una mañana fructífera. Su plan empezaba a estar
en marcha. Catherine sonrió mientras recorría el bosque hasta llegar al pueblo.
Su jefa, estaría verdaderamente orgullosa de ella y de que ya estuviera
cumpliendo parte del trato. Ya había cumplido una de las cosas más difícil,
después le tocaría lo más fácil y al acabarlo, simplemente, faltaría el final.
Y, entonces, sería completamente libre.
Catherine se despidió de Nathaniel y
entró a casa completamente empapada por la lluvia. Su vestido blanco de algodón
se le pegaba a la piel. Catherine frunció el ceño preguntándose cuando tendrían
un día de sol. No tenía ni idea de que no podría disfrutar de uno hasta que
todo hubiera acabado y no hubiera marcha atrás.
Está interesante y me intriga como está avanzando todo...
ResponderEliminarBesos con cianuro.
¡Buenas! Me paso para anunciarte que tengo nuevo blog, se llama 'Páginas de un libro abierto' y trata todo lo relacionado con los libros y la lectura, ¡visitanos y conocenos! :)
ResponderEliminarhttp://paginasdeunlibroabierto.blogspot.com.es/
O también en Twitter: @paginas_blog
Hola! Tu blog ha sido escogido para formar parte de mi lista de blogs encadenados, pasate para ver de que se trata. :)
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