martes, 9 de julio de 2013

Capítulo IV: Ethan

Capítulo IV: Ethan

El sol bañaba con sus  tenues rayos las calles cuando un ruido alertó a Catherine de que alguien estaba en la puerta de su habitación. Contuvo la respiración y, fingiendo que aun estaba sumergida en un profundo sueño, esperó a que aquel insólito visitante entrara. La decepción pronto hizo mella en Catherine, dado que no era otro que su propio padre quien había entrado en su habitación.

-Sigue dormida.- susurró esta, tirando del brazo de su marido para que se marcharan.-Patrick…vámonos.

-¿No crees que debería enterarse cuanto antes?-Patrick volvió a mirar a su hija, pero, esta vez, lo hizo 
nostálgicamente. Su madre negó con la cabeza y cruzó el umbral de la puerta.- Está bien, esperaremos.

Oyó como la puerta se cerraba y, por el rabillo el ojo, vio como el pomo de la puerta dejaba de girar y unos pasos, acompañados por unos cuantos murmullos, se alejaban por el pasillo. Se incorporó lentamente y se sentó sobre la cama. Quizás lo había hecho demasiado deprisa porque sintió que se mareaba ligeramente.
Se levantó de la cama notando como dejaba de marearse y corrió las cortinas. La lluvia, acompañada por el viento, golpeaba los cristales. Catherine sonrió débilmente. Por mucho que quisiera cumplir cuanto antes el pacto acordado, hoy, no podía hacer nada más que esperar a que la lluvia amainara mientras leía un buen libro. ¿Seguiría con el de Sherlock Holmes? Desechó rápidamente esa idea de su cabeza. No quería leerlo otra vez, no después de lo Ethan. Cada página le recordaba a él y no en un aspecto bueno sino todo lo contrario, le recordaba a que en cualquier momento podía reencontrarse con él y eso la aterraba profundamente.
Cuando se deslizó por el pasillo para dirigirse hacia la cocina en su casa ya no había nadie. Suponía que su padre de habría ido a la tienda y su madre le habría acompañado o, en el peor de los casos, estaría hablando con la madre de Susan en la casa de al lado. Sonrió acordándose de la conversación que habían mantenido sus padres durante el tiempo en el que habían estado en su habitación. Nunca había pensado que llegaría a pensar que sus padres eran más inocentes que ella misma. Pero ahora se reía ante la idea de que ellos creyeran que la protegían cuando, más bien, era todo lo contrario. Ella se estaba encargando de que todo siguiera bien.

-¡Catherine, por lo que más quieras, abre la puerta!-chilló una voz desde la calle.

Catherine abrió lentamente los ojos volviendo poco a poco a la realidad donde una voz, que identificó como la de Nathaniel, le gritaba que abriera la puerta. Se levantó de la mesa y apartó a un lado el libro que seguía exactamente por la misma página que cuando lo había empezado a leer.

-¿Qué te ha pasado?-le preguntó la joven al verlo empapado por la lluvia.

-No lo sé…-contestó Nathaniel con ironía.- ¿A ti que te parece?-miró a Catherine fijamente-A mí, me parece que si no hubiera estado esperando bajo la lluvia a cierta señorita no estaría así.

-Lo siento mucho-se disculpó Catherine intentando permanecer lo más seria posible. Pero le resultaba algo demasiado difícil, Nathaniel tenía el aspecto de un animal empapado y asustado. O, por lo menos, era así como lo veía Catherine.- Suponía que con este tiempo no…

Nathaniel se pasó una mano por el pelo y suspiró. No necesitaba las disculpas de Catherine, la verdad es que, probablemente, se hubiera empapado de todas formas repartiendo los periódicos del día. Sonrió pensado en aquello que si necesitaba. Necesitaba una taza de té con la que poder entrar en calor desesperadamente.

Diez minutos más tarde, Catherine y Nathaniel, permanecían sentados frente a una taza de té, que, a pesar de llevar cinco minutos esperando a que se enfriara, seguía humeando. Hace unos cuantos meses, Catherine habría tachado aquella situación de algo imposible. Todo, meses atrás, le hubiera parecido demasiado surrealista. Nunca hubiera pensado que tendría algo más  allá de la amistad con Ethan Miller, mucho menos que compartiría una taza de té con Nathaniel como si de su amigo se tratase y, menos aun si cabe, hubiera creído que trabajaría para una señora a la que apenas conocía.

-Tienes a Miller echando humo... -comentó Nathaniel justo después de acercar sus labios a la taza y tomar un sorbo.-O al menos eso es lo que se comenta en el pueblo.

Catherine se giró para mirarle y asimilar lo que le acababa de decir. Tiempo atrás no hubiera perdido la ocasión de enterarse de algún cotilleo pero, en la situación en la que se encontraba en aquel momento, lo que dijera o dejara de decir Ethan no la preocupaba en absoluto.

-No veo porqué.- Catherine intentó sonreír.-Nosotros somos amigos y, que yo sepa, no le he hecho nada malo.

-No se trata de lo que has hecho, sino de lo que no has hecho. -Nathaniel se rio por lo bajo.-Eres la primera y la última chica que le hace caso a Miller.

-¿Y qué me dices de Susan, de Mery, de Ashley…?

-Esas solo son sus amigas. Él se abastece de eso, de amigas.

El comentario hizo que Catherine empezara a reírse, incluso cuando no estaba muy segura de que aquello fuera cierto. Ambos se enfrascaron en una conversación sobre aquellos temas que tenía en común y que, para sorpresa de Catherine, eran más de lo que ella hubiera imaginado nunca.”Definitivamente, este chico y yo llegaremos a ser grandes amigos”, pensó con una sonrisa.

De repente, interrumpiendo la conversación y alertando a Catherine, ambos oyeron un ruido proveniente de la ventana. Rápidamente dirigieron la vista hacia la ventana en la que se podía observar como la lluvia todavía no había amainado.

-Habrá sido una rama de algún árbol.- reflexionó Nathaniel-No hay de qué preocuparse.
Pero, en su foro interior, Catherine se preguntaba si de verdad había sido una rama, si la imaginación de ambos les había jugado una mala pasada o si quizás, alguien a quien no habían visto había estado allí. Cerró los ojos y negó con la cabeza. No, aquello no podía ser posible, tenía que dejar de inventarse cosas.

-Creo que debería irme, se está haciendo tarde.-dijo Nathaniel poniéndose en pie súbitamente.

Catherine no opuso resistencia a que se fuera, aunque disfrutara hablando con él tenía  cosas más importantes en las que pensar. Se despidió de él y acordaron que, si la lluvia no se lo impedía, mañana tendría que volver a llevarla al bosque. Catherine se preguntaba porque seguía llevándola allí, sabiendo lo extraño que le resultaría a Nathaniel que alguien quisiera pasar las horas de día en mitad de la nada. Mientras, Nathaniel le seguía el juego esperando descubrir que era lo que hacía, ya que estaba seguro de que no era leer.

En cuanto oyó la puerta crujir Catherine reparó en un pequeño sobre de color blanco que estaba en el suelo al lado de la puerta y en el que no había reparado hasta entonces. ¿Cuánto tiempo llevaría allí? Se apresuró a cogerlo y contempló, asombrada, que la carta era nada más y nada menos que para ella. Tragó saliva y la abrió desdoblando la hoja que contenía en su interior.

La carta en si resulto algo complicado de entender para Catherine. Debido a la lluvia, el papel estaba reblandecido y gran parte de la tinta con la que se había escrito la carta estaba corrida .Aun así, Catherine pudo descifrar de quien era la carta y entender lo que ponía .En la carta, se le mostraba la decepción que sentía su jefa al ver que no había avanzado nada en su plan, se le recordaba con exactitud el tiempo que le quedaba y se le pedía que acudiera a una reunión hoy a las doce.

Catherine estaba harta de aquello. A veces, por las noches en las no podía pegar ojo, se arrepentía de haber aceptado aquel trato con esa mujer. Durante los momentos del día en el que ayudaba a su padre con la tienda, en cambio, sentía que era lo mejor que podía haber hecho. Todo aquel torrente de sentimientos contradictorios le estaba haciendo perder la cabeza poco a poco. Pero, como se había recordado muchas veces a sí misma, ya no había marcha atrás.

Cogió su paraguas y se enfundó en su chaqueta mientras doblaba la carta y la metía en uno de los bolsillos de su vestido.

Recorrió las calles acompañada únicamente del sonido de las gotas de la lluvia al caer contra la acera. En cierto modo, se alegraba de hacer eso sola. No hubiera soportado tener la compañía de Ethan o de Susan en aquellos momentos.

Susan y ella habían sido amigas durante muchos años y, por lo que a Susan respectaba, aun lo seguían siendo. Pero las cosas habían cambiado desde que Catherine se había visto obligada a acceder al trato que le proponía su actual jefa. Apenas veía a Susan, únicamente cuando se reunían los padres de ambos para cenar. Durante estas últimas semanas en las que se había dedicado a pensar, se había limitado a estar con Ethan. No recordaba haber hablado con Susan desde su cumpleaños, pero tampoco le hacía falta. Para Catherine, era mejor estar sola que mal acompañada.

Casi sin darse cuenta había llegado a su destino. A pesar de haber estado allí más de una vez, la sola idea de tener que llamar a la puerta y decirle a una de las criadas quien era, la hacía temblar. Suspiró y golpeo suavemente la puerta con los nudillos.

La puerta se abrió y tras ella se dejó ver a una joven de aspecto deplorable que no podría tener muchos años más que Catherine. Probablemente, tendría unos diecinueve años. La joven tenía el pelo rubio recogido en un moño y unos ojos azules enmarcados por unas grandes ojeras.

-¿Qué quiere?-le espetó la joven.

-Vera, me llamo Catherine Maidlow y…-empezó la joven titubeando.

-Perdone las molestias, señorita Maidlow.-la interrumpió una señora mientras reprimía a la joven con la mirada. Catherine se figuró que aquella mujer era la misma que la había conducido al salón la última vez que había estado allí.- Pase, la están esperando en el salón.

La condujeron, tal y como habían hecho la vez anterior, hacia el salón por el pasillo. Pero, esta vez, Catherine se fijó en las fotos que estaban colgadas en la pared. A la izquierda, había una foto en blanco y negro que le llamó la atención. En ella aparecía un chico rubio, sonriente, con una mujer rubia a su lado. Catherine se paró en seco mientras la observaba detenidamente.

Cuando desvió la mirada de la foto y buscó a la ama de llaves-que supuso que sería la señora que le había abierto la puerta-con la mirada y se encontró con un joven que salía del salón con el semblante sonriente. Al igual que la chica rubia, a Catherine le pareció que aquel chico no podía tener muchos años más que ella. ¿Dieciocho? Quizás.
-Que pase, que pase.-dijo indicándole a la criada que la dejara pasar.

El salón tenía el mismo aspecto que la última vez que había estado allí. Catherine incluso habría jurado que corría el mismo aire por aquella habitación. Los muebles no se habían movido ni siquiera unos milímetros y los cojines seguían perfectamente alineados. ¿Cómo podría vivir algún ser humano ahí?

-Veo que ha recibido mi carta, Catherine.-la mujer sonrió-Iré al grano, creo recordar que apenas quedan dos escasos meses para que acabe el plazo para cumplir tu trato.

-Lo sé, pero el tiempo está dificultando mucho…-se intentó disculpar Catherine.

-No hace falta que te disculpes, querida.-la mujer cruzó las piernas y la miró sonriente. Catherine se preguntó si alguna vez dejaba de sonreír de aquella forma tan macabra.-Solo quería que lo tuvieras presente, nada más.

Catherine sintió que aquello era una invitación para que se marchara. Pero, justo cuando se disponía a abandonar la casa, el ama de llaves  le sirvió una taza humeante de té. Y antes de que pudiera darle las gracias a aquella mujer, su jefa se enfrascó en una verborrea sobre el sujeto del que se tenía que encargar. Cuanto más oía hablar sobre él, Catherine se preguntaba porque quería hacerle eso.




Catherine se volvió a poner su chaqueta y tras despedirse del ama de llaves-que ahora sabia que se llamaba Sra. Thomas-, salió por la gran puerta y sintió como el frio aire se colaba por dentro de su ropa, haciendo que la joven temblara ligeramente.

De repente, mientras caminaba prácticamente enfrascada en sus pensamientos, divisó a Ethan al otro lado de la calle. No, no podía ser él. ¿O sí? Catherine sabía que aquel era uno de los barrios más ricos de su pueblo y que Ethan no vivía muy lejos de allí. Pero nunca se había encontrado con él en todas las veces que había acudido a esa casa. ¿Por qué se lo tenía que encontrar justo hoy? Catherine entrecerró los ojos para tener una visión más clara y dedujo que, efectivamente, aquel no podía ser otro que Ethan.

No quería tener que saludar ni tener una conversación con él que no fuera más allá de los monosílabos y de los; ¿Qué tal estás?, Bien, ¿Cómo te va?, Bastante bien. Catherine se rio de sí misma por aquellos pensamientos. Ethan y ella no podrían mantener esa conversación, ya que apenas habían pasado unos días desde la última vez que se vieron. Ambos sabían que al otro le iba bien, como siempre.

Levantó la vista para seguir andando hasta su casa, Ethan  parecía que se había esfumado bajo la lluvia. Ya no quedaba ni rastro de él. Catherine dio un paso hacia atrás, algo aturdida. ¿Se estaba volviendo a imaginar cosas? Quizás solo tuviera una prodigiosa imaginación o Ethan había estado allí realmente. Que hubiera estado allí significaba que la había visto y que, por lo tanto, el también estaba evitándola. Catherine sonrió al contemplar también esa opción. El día mejoraba.

Su casa volvía a estar completamente vacía salvo por la presencia de Joshua, el pequeño gato persa de la familia Maidlow. En aquel momento, el pequeño animalillo de color blanco impoluto y sus padres, era lo único que tenia Catherine. Pero sabía que era a los únicos que necesitaba, aunque sus padres creyeran lo contrario, Catherine no necesitaba casarse con nadie y mucho menos con Ethan.
El día seguía estando nublado, lleno de nubes grises que amenazaban con provocar una tormenta en cualquier momento. Pero para Catherine y Nathaniel, con el solo hecho de que no estuviera lloviendo, ya les valía para emprender su camino de todos los días.

Catherine había aprendido a apreciar la tranquilidad de aquel lugar. Sin duda, era un buen lugar en el que poder leer sin ruidos o intromisiones. Aunque disfrutaba mucho leyendo en aquel lugar, Catherine no olvidaba el hecho de por qué estaba allí. Pero… ¿Qué más daba si leía durante un rato? Catherine se sentó en la hierba y se dispuso a seguir leyendo hasta que notó que unos ojos la miraban. Se levantó violentamente y miró a través de los muros que rodeaban el internado. No pudo ver nada con claridad, salvo lo que parecía una ventana de una habitación.

-¿Qué, has leído mucho?-le pregunto Nathaniel mientras la esperaba. ¿Lo estaba diciendo con ironía?
Catherine sonrió y movió la cabeza afirmativamente, aunque supiera que era mentira. No había podido leer ni siquiera una página. Ya que había estado demasiado ocupaba observando a aquellos chicos que la observaban desde la ventana de su habitación. Pero decidió que era mejor abstenerse de decírselo a Nathaniel.

-He leído dos capítulos.-mintió mientras sonreía-Ha sido una mañana muy productiva.

Después de todo, no le había mentido a Nathaniel en todo. Había sido una mañana fructífera. Su plan empezaba a estar en marcha. Catherine sonrió mientras recorría el bosque hasta llegar al pueblo. Su jefa, estaría verdaderamente orgullosa de ella y de que ya estuviera cumpliendo parte del trato. Ya había cumplido una de las cosas más difícil, después le tocaría lo más fácil y al acabarlo, simplemente, faltaría el final. Y, entonces, sería completamente libre.


Catherine se despidió de Nathaniel y entró a casa completamente empapada por la lluvia. Su vestido blanco de algodón se le pegaba a la piel. Catherine frunció el ceño preguntándose cuando tendrían un día de sol. No tenía ni idea de que no podría disfrutar de uno hasta que todo hubiera acabado y no hubiera marcha atrás.

3 comentarios:

  1. Está interesante y me intriga como está avanzando todo...
    Besos con cianuro.

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  3. Hola! Tu blog ha sido escogido para formar parte de mi lista de blogs encadenados, pasate para ver de que se trata. :)

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