Capítulo
II: Catherine
Las luces del alba se colaban entre las
cortinas de su habitación. Abrió los ojos lentamente mientras se levantaba de
la cama y estiraba sus agarrotados y doloridos músculos de los brazos. Hoy sería
un nuevo día, como ayer, como mañana, como siempre. Pero para Catherine sería
un día igual que todos, un día lleno de desdichas.
Se alisó con las yemas de las manos el
camisón que usaba para dormir y se dirigió hacia el cuarto de baño. Una vez
allí, encendió el chorro de la bañera y dejó que se llenara de agua caliente.
Cuando el agua amenazaba con salir y empapar todo lo que encontrara por su paso
y cuando el camisón reposaba doblado en una de las esquinas del cuarto de baño,
Catherine se sumergió en el agua caliente.
Después de vestirse se sentó enfrente
del tocador y con un peine empezó a desenredar suavemente los bucles que se
formaban al final de su pelirrojo pelo. No tenía tiempo que perder, tendría que
darse prisa si quería cumplir el acuerdo. Así que, tras mirarse una vez más en
su espejo y, tras hacer la cama, se enfundó en su chaqueta y salió por la
puerta de casa.
Las calles estaban completamente vacías
y en ellas reinaba la desolación. Catherine sonrió mientras se cercioraba de
que era la lluvia quien había hecho que toda la gente del pueblo se quedara en
casa. A ella le encantaba la lluvia y, a pesar de que odiaba empaparse la ropa
y que esta se le pegara a la piel, le gustaba quedarse en casa leyendo un libro
mientras sujetaba una taza de té en los días de lluvia. Por todo aquello y por
algunos detalles más, Catherine era considerada una chica rara. Pero, en
realidad, lo era.
-¡Catherine!
La chica se dio la vuelta y se encontró
con un muchacho de pelo castaño que la miraba mientras sonreía .Catherine
profirió una maldición antes de contestar a lo que se le antojó un estúpido
saludo.
-Ethan…-susurró mientras levantaba la
mano a modo de saludo. No esperaba encontrase con él justo allí.- ¿Qué estás
haciendo tú aquí?
-Verás, es que iba a la tienda de tu
padre justo cuando te he visto.-dijo el chico mientras sonreía ampliamente.
Catherine odiaba el modo que tenía Ethan de mirarla y, más aun si cabía, odiaba
su sonrisa cuando estaba con ella.- Así que me he preguntado si a la señorita
Maidlow le molestaría mucho mi presencia
durante el corto trayecto que nos une.-sonrió.-Espero que no porque si es así
ya sabes que puedo irme…
-Será un placer, señorito Miller.-
mintió Catherine. La compañía de Ethan no era lo que necesitaba en este
momento. No, no, no, ahora no. Pero no le quedaba más remedio que ser cortés.
El rostro de él se iluminó y anduvo
hasta que se colocó en frente de la chica y le dio un beso en la mejilla
izquierda. Para Catherine sería un trayecto muy largo, larguísimo. Ethan
hablaba por los codos y más cuando estaba con ella. Le gustaba contarle con
detalle lo que hacía con sus amigos y los planes que tenía para el fututo, que
para la desgracia de Catherine, la incluían a ella también.
Nunca se había alegrado tanto de ver el
cartel de “El susurro de las palabras” que anunciaba la librería que tenía su
padre .Era un nombre raro, pero a Catherine le encantaba. Su padre solía decir
que las palabras también hablan y que un libro no solo cuenta la historia que
encierran sus páginas, sino, de algún modo, cuentan la historia de la persona
que estuvo al otro lado escribiéndolo. De la persona que creó a los personajes
y se encargó de darles vida para que otra pudiera disfrutar de ellos. Catherine,
a pesar de haberse leído unos cuantos libros, nunca había podido oír el susurro
de las palabras. Tampoco había entendido nunca la conexión que poseía la
historia con su creador. Pero esperaba poder hacerlo algún día no muy lejano.
Ethan apartó la puerta de la librería
para que Catherine pudiera pasar mientras saludaba a su padre. En cuanto
entraron les invadió el olor a libros nuevos que caracterizaba a la mayoría de
las librerías. Solo por aquel olor, Catherine habría pasado el resto de sus días allí.
-Buenos días, señor Maidlow.-dijo Ethan
mientras daba un par de pasos para acercarse y estrecharle la mano al señor
Maidlow.- ¿Cómo va la mañana?
-Buenos días, Ethan.-dijo con gesto
afable mientras correspondía a su saludo y echaba un vistazo en dirección hacia
Catherine.-Veo que no vienes sola hoy.-una sonrisa inundo su rostro.- ¿Qué te
trae por aquí, Ethan?
Mientras Ethan le relataba con detalle a
su padre el motivo de su visita, Catherine aprovechó para escabullirse e irse a
la trastienda. Recorrió con la mirada cada una de las estanterías que cubrían
ese lado de la tienda en busca de su libro, el que había ocultado hace días. Y
en la estantería cinco contando desde la derecha, más concretamente en el
estante dos, estaba su libro.
Se lo guardó debajo de su brazo derecho
y atravesó precipitadamente el resto de la tienda mientras su padre buscaba
algo en una de las estanterías.
-Hasta luego, Ethan.-musitó antes de
cruzar el umbral de la puerta. Dirigió la vista hacia el lugar donde su padre
seguía buscando un libro y añadió:-Padre, nos vemos en la cena.
Justo cuando se disponía a pisar las
frías calles una mano tiró de ella haciendo que se tambaleara ligeramente.
-¿Nos veremos después?-le preguntó el
muchacho mientras se aseguraba que el padre de la joven no escuchara la
conversación.-Espero que esto no cambie lo de siempre.
Catherine forzó una sonrisa e hizo un
gesto de asentimiento con la cabeza. Se verían esta noche, al igual que todas
las noches anteriores. Los encuentros furtivos que tenía con Ethan la ayudaban
a olvidarse de los fantasmas que la perseguían constantemente, pero ninguno de
los dos se podía permitir permanecer más tiempo del necesario juntos. Sobre
todo si Catherine tenía en cuenta los sentimientos de Ethan hacia ella.
Sus pensamientos la aturdían tanto que
no se dio cuenta de que la lluvia le estaba empapando el vestido y el pelo. Se
refugió debajo del dosel de la cafetería de la señora Smith mientras abría el
libro por la mitad. Tal y como esperaba, nadie se había adelantado a sus pasos
y había cogido aquel papel que le pertenecía. Lo desdobló y encontró escrita
una dirección.
De pronto las piernas le empezaron a
temblar y sintió que los nervios se estaban apoderando se ella. ¿Tendría el
suficiente coraje de hacerlo? Catherine no lo sabía pero intuía que lo que
quería ya no importaba. Ahora ya no importaba lo que quisiese si no lo que
debía hacer. Lo que quería y lo que estaba a punto de hacer estaban demasiado
lejos. Hace unos cuantos años jamás se habría imaginado que a ella, Catherine
Maidlow, le fuera a ocurrir aquello.
Golpeó la puerta con los nudillos
esperando a que alguien le abriera. Tras unos segundos en los que intentó
controlar las repentinas ganas que tenía que salir corriendo y olvidarse de
todo aquello, una señora de aspecto demacrado le abrió la puerta y la invitó a
que pasara.
Todo en aquella casa resultaba
escalofriante. Los muebles estaban colocados con absoluta corrección y no había
ningún indicio que te indicara que allí habitaba algún tipo de ser humano. El
gris, el blanco y el negro predominaban en todo el salón. El único color que se
podía encontrar era el procedente de uno de los cuadros que estaban colgados en
las paredes.
-Siento la espera, querida.- comentó una
voz femenina a la vez que se sentaba al otro lado de la estancia, justo
enfrente de Catherine.-Tenía asuntos más importantes de los que ocuparme. ¿Has
pensado en lo que te propuse?
-A cada minuto del día.-musitó la joven.
Cada vez que debía hablarle a alguien que le inspiraba temor la voz le fallaba
y hablaba en completos susurros.-Y he decido aceptar.
La mujer, que estaba ataviada con un
vestido que Catherine se imaginó que valdría más de lo que ella podría soñar en
toda su vida, le mostró una sonrisa que helaba la sangre y cruzó las manos
sobre sus piernas. Ella tragó saliva y dirigió la mirada hacia el suelo.
-Perfecto, entonces.-exclamó con cierto
grado de entusiasmo en la voz.-Me gustaría que pudieras empezar cuanto antes.
Recuerda, querida, apenas faltan dos escasos meses.
Catherine asintió y se dispuso a salir
de la habitación cuando un terrible pensamiento la invadió por completo.
¿Podría no cumplir su promesa?
-Perdone-susurró mirando a la mujer de
reojo-, ¿está segura de que cumplirá su promesa?
-Oh, querida, por eso no tienes que
preocuparte.-levantó su mano derecha solemnemente.-Te lo prometo.
Catherine sonrió y salió hacia el
vestíbulo donde la misma señora de antes la condujo hacia la salida de la casa.
Nunca antes había sentido tantas ganas de abandonar un lugar. El orden, la
precisión, la limpieza y la exasperante perfección que definían aquella casa la
abrumaban y hacían que se sintiera incómoda. Por eso se alegró tanto de ver las
inhóspitas y sucias calles que caracterizaban a la pequeña localidad en la que
residía.
Volvió a doblar el papel y lo metió
justo por la mitad del libro. Se lo colocó nuevamente debajo de su brazo
izquierdo y se encaminó hacia la tienda de su padre. Le había mentido, se
verían antes de la hora de cenar. Mientras caminaba por las calles, aunque
estaba rodeada de gente, se sentía completamente sola. En realidad, por mucho
que estuviera con Ethan, lo seguía estando. Y, probablemente, después de
cumplir el trato con la señora lo estaría aun más. Pero, ¿Qué podía hacer? No
le quedaba otro remedio para salvar a su familia de lo peor. Se sentía capaz de
hacerlo, solo una duda la asaltaba a cada instante. ¿Cómo podría dormir todas
las noches después de hacer aquello?
Entró y saludó con la cabeza a su padre,
quien tras contarle el motivo por el que había venido Ethan, había empezado a
hablar sobre el muchacho. A su padre le encantaba Ethan, Catherine se imagina
que era porqué, en cierto modo, le recordaba a el mismo. Pero una cosa tenía
clara Catherine; ella no era ni sería nunca como su madre.
-Catherine.-la llamó su madre desde la
cocina mientras la miraba, impasible.- ¿Me ayudas a poner la mesa?
Después de cenar, tal y como solía hacer
todos los días, se escabulló hacia su habitación y, tras cambiarse de vestido,
salió por la ventana. Anduvo hasta situarse en frente de la plaza más cercana a
su casa y esperó pacientemente la llegada de Ethan. Cuando el reloj había dado
más de las doce de la noche, cuando Catherine llevaba ya diez minutos
esperando, entonces Ethan se dignó a aparecer con el semblante sonriente.
-Siento la tardanza.-tartamudeó mientras
se sentaba a su lado.-He tenido que ocuparme de unos asuntos familiares pero ya
está solucionado.
-Mi padre me ha contado el motivo por el
que viniste hoy a la tienda.-dijo Catherine apartándose un poco del muchacho y
mostrando una sonrisa irónica.-Que curioso, pensaba que tú, Ethan Miller,
aborrecías la lectura. Mira por donde, me equivocaba.
-Tú misma lo has dicho, antes.-dijo el
joven apartándole un mechón de pelo de la cara.-Ahora me intereso mucho más por
esas cosas.
Catherine sintió ganas de vomitar y de
salir cuanto antes de allí. Ya no podía seguir con esto, ni mucho menos después
de saber lo que Ethan y su padre tramaban juntos. Miró al chico de arriba a abajo y no encontró ninguna
razón para estar con él más tiempo. Ethan era su amigo, mas por el momento no
quería que fuera nada más que eso, su amigo.
El chico se acercó hacia ella y la besó
suavemente.
-¿Te marchas ya?-preguntó levantándose
súbitamente.-Catherine…
-Debo irme.- susurró la chica mientras
se revolvía el pelo.-Mañana tengo varios asuntos de los que ocuparme.
-Hasta mañana, entonces.
Pero Catherine no lo volvería a ver o,
al menos, era lo que pensaba cuando abandonó la plaza y se sumergió en las
tenebrosas y oscuras calles. La palabra mañana significaba para ella mucho más
que para él. Para ella, mañana seria el día en que empezaría lo peor. En el
fondo confiaba en que, pasado un tiempo, Ethan se olvidaría de ella. Apenas se
conocían de hace meses y el joven se había encaprichado de ella. ¿Cuánto tiempo
podía tardar en olvidarse de lo poco que había pasado entre ellos?
Catherine siguió andando por las
somnolientas calles hasta que llegó a su casa y, como si de un ritual se
tratara, entró por la ventana, convencida de que nunca más lo tendría que
volver a hacer .Pero, como tantas otras veces, Catherine se equivocaba.
Mientras tanto el joven Ethan se mordía
el labio inferior a causa de la desesperación. Nunca había pensado que llegaría
a salir con ella. Pero el tono con el que ella le había dicho que “mañana”
tenia asuntos que resolver le hizo darse cuenta de que mañana no aparecería por
la plaza. Ni mañana, ni nunca más.
Los haces de luz se colaban por la
ventana impidiendo que Catherine siguiera durmiendo. A veces, prefería no
levantarse hasta bien entrada la mañana y otras prefería levantarse antes de
los miembros de su casa se levantaran. Pero ya no importaba lo que ella
quisiese, el tiempo estaba en su contra y dos meses, como le había dicho
aquella mujer de aspecto distinguido, pasan demasiado rápido para que pierdas
en tiempo en pequeñeces tales como dormir.
No siguió el mismo ritual que siempre y
tampoco se puso su vestido blanco de algodón. Prefirió vestirse y dejar que las
ondulaciones que se formaban en las puntas de su pelo siguieran allí. Se puso
su vestido de color gris y se encaminó hacia su destino con piernas
temblorosas.
Le hizo señas con la maño a Nathaniel,
un joven que jamás de separaba de su bici, y este accedió llevarla hasta las
afueras del pueblo. A las afueras de su pueblo natal había un bosque y mas
allá, aunque todos los habitantes del pueblo salvo algunas chicas de la misma
edad de Catherine y, por supuesto, la señora lo ignoraban, estaba el internado Buckswood School; un internado mayoritariamente para chicos.
Catherine había ignorado su existencia hasta
que un día, entre tazas de té y propuestas de cómo mejorar su modo de vida, la
señora le había enseñado como ir.
Catherine se había hecho una idea
aproximada de cómo sería aquel lugar. Pero no se parecía nada a la realidad. El
internado era un lugar realmente gigantesco y, probablemente, bastante antiguo.
Lo único que se podía distinguir desde el exterior eran los muros de piedra
repletos de musgo que lo rodeaban completamente.
-¿Por qué me has hecho traerte aquí,
Catherine?-dijo Nathaniel, cabizbajo.-Este lugar me produce escalofríos.
Enserio, larguémonos de aquí.
-No seas cobarde, Nathaniel.-le reprimió
la chica mirándole.-Bien sabes que en el pueblo no hay ningún sitio en el que
poder leer en tranquilidad. Por eso estoy aquí.
-Mira que eres rara…-musitó Nathaniel
recorriendo el lugar con la mirada.- ¿Qué pretendes, que te traiga y te lleve
aquí todos los días?
Nathaniel soltó una carcajada irónica
que demostraba que se encontraba en completo desacuerdo con el plan de la
chica. Pero Catherine no pensaba rendirse tan pronto, de todas formas, tampoco
podía hacerlo aunque quisiese. Le había dado su palabra a aquella mujer y la
decisión era irrevocable, ya no podía dar marcha atrás.
-Exactamente.
-Y luego te preguntarás porque en el
pueblo creen que eres un bicho raro…-la chica le envió una mirada
suplicante.-Lo haré, pero solo porque, extrañamente, me caes bien.
Catherine sonrió gratamente satisfecha.
Realmente, no confiaba en que Nathaniel la ayudara y mucho menos conociendo la
reputación que tenía en el pueblo. Quizás ella y aquel chico podrían ser amigos
en un futuro. Catherine no sabía porqué pero Nathaniel le inspiraba confianza.
Cuando Nathaniel se alejó ella se sentó
lo más cerca posible del internado y
empezó a leer. Con las preocupaciones de las últimas semanas se había olvidado
completamente de lo placentero que resultaba leer un libro que te gustaba. Y,
el que sujetaba sobre sus delicadas manos, era sin duda uno de los favoritos.
El mismo que ayer había comprado Ethan.
Deslizó las manos sobre las páginas y
pronto el tiempo y el espacio a su alrededor dejaron de existir. Catherine ya
no era ella misma. Ahora se había convertido en Sherlock Holmes y en su
ayudante Watson quienes debían
resolver un asesinato. Mientras se sumergía en la lectura no tuvo tiempo de
reparar en que unos ojos curiosos la observaban fijamente. Pero Catherine no se
daría cuenta hasta que, tras acabar ese libro y alguno más, llegara el momento
de la verdad.
Entonces, todo empezaría y nadie podría
pararlo.
Esto se pone cada vez más interesante, que ganas del siguiente capítulo.
ResponderEliminarBesos con cianuro.
Buenas, has recibido el premio Dardos, aqui estan las instrucciones y que es lo que simboliza http://entradaschulas.blogspot.com.es/2013/06/premio-dardos.html
ResponderEliminarQué interesante se está poniendo esto! Qué ganas de ver el siguiente!
ResponderEliminarAdlnkadnkdsjldfnfsnlkasdnjksdkdfsjkdasnkjsda, que flipe *-*
ResponderEliminarEmpieza lo interesante y eso me gusta.
Amo a Ethan y a Cath(erine), son ambos muy monos *^*
Y eso del susurro de las palabras, me ha enamorado. Cada frase y cosa de esta novela, me enamora *^*
Voy a seguir leyendo ^^
Un beso.
Raúl.